CRÓNICA
Soledad en Cosquín ‘96
Por Juan Cruz Pugliesse.
De traje marrón, parado frente al micrófono sobre la plaza Próspero Molina en el escenario mayor del festival de Folclore de Cosquín el conductor Julio Mahárbiz buscó entre sus apuntes el nombre y no encontró el apellido, “Se llama simplemente Soledad” anunció. “Y la recibimos con el aplauso de todos… que sea con suerte querida…” - completó mientras la introducción de “Salteñita de los valles” de Horacio Guarany empezaba a sonar en unas guitarras crispadas. Una muchachita quinceañera de tez blanca y pelo lacio peinado con raya al medio sorprendió con una voz caudalosa y potente.
Moviéndose con gracia y aplomo en el escenario folclórico más visto del país, la nena enfundada en una bombacha gauchesca negra con alpargatas y remera del mismo color al que completaba con un chalequito marrón de cuero parecía abrigada con su poncho a modo de capa tipo superheroína, de tal modo que no le impedía arengar con soltura y energía. “Más fuerza” “A ver esas palmitas” calaba entre estrofa y estrofa. Mirándola atentamente se veía como una adolescente más, con su cintita de rigor a modo (y moda) de pulsera en la mano derecha y un detalle particular: una bandera de argentina cosida sobre el muslo derecho de su bombacha gaucha. En su cintura, una faja y una rastra con una herradura en cuyo centro había un caballo completaba su look. La gente aplaudió entusiasmada cuando terminó esa primera canción.
- Muchas gracias… muchísimas gracias! Preparen los ponchos nomás que los vamos a revolear ahora – avisó al televidente desprevenido y al público presente que si la conocía de los comentarios que se corrían sobre sus energéticas presentaciones entre las peñas y fogones de las calles de ese Cosquín pulsante que no se ve por televisión – vamos a despedirnos, me voy a despedir con un dúo invitando a mi hermana Natalia con un aire de chacarera y a ver esas palmitas, eh.
Acto seguido ingresó su hermanita menor de 13 años vestida de forma idéntica (excepto que sin banderita en la bombacha gauchesca) que empezó a saltar y cantar mientras Soledad empezó a revolear frenéticamente su poncho al ritmo del punteo inicial de “A Don Ata”. Soledad deja su poncho en el piso mientras esquiva enredarse con el cable del micrófono. Agita su brazo incitando a la multitud y su rostro muestra una expresión desenfadada y pícara, siendo cómplice de ese público que la secunda entusiastamente. La gente pega una ovación y ella celebra: “¡Vamos! ¡Un saludo para mi pueblo Arequito! ¡Fuerza!” y vuelve a levantar su poncho del piso revoleándolo. Y no es sólo el revoleo, es el cómo. Soledad lo revolea como domando un potro salvaje, como siendo ella misma un potrillo desbocado con las crines al viento, como liberando un viento huracanado desde su interior, lo revolea con todas sus fuerzas, con el cuerpo y con el alma. Lo deja todo en el escenario sin mezquindad ni egoísmo. Es una chiquilina adolescente, pero tiene algo, una magia que contagia. “Vamos Cosquín!” le dice a la gente que fervorizada revolea lo que tiene a mano, todos parados de pie en las plateas de la Plaza.
“Muchísimas gracias hasta pronto!” comienza a despedirse mientras con los brazos y zapateos marcan entusiastamente el ritmo del bombo. La canción termina mientras Soledad recoge su poncho y se va a la parte posterior del escenario. El público pega una ovación. Y grita… y no deja de gritar… pide por ella… el instante es único: el pueblo la está ungiendo como una artista elegida. El destino la ha señalado.
- Muy bien, felicitaciones a esta muchachita santafesina de Arequito que ha logrado conmocionar a esta multitud en la Plaza Nacional del canto y la música popular – habla el conductor Mahárbiz. Soledad asiente con una sonrisa agradecida y mira al público de repente un poco desconcertada como no terminando de creer lo que está sucediendo. En los asientos la gente sigue pidiendo por ella y revolean remeras como ella lo hacía con su poncho instantes atrás.
- Le vamos a tener que pedir otra no? Eh? – agrega Mahárbiz, hábil conocedor del termómetro popular. La gente responde agitando frenéticamente banderas y carteles – le pedimos otra entonces a Soledad…
- Muchísimas gracias. Bueno a ver cómo están preparados para hacer palmas che, así nos despedimos con todo muchísimas gracias a todos ustedes y vamos con esta chacarera… a ver los ponchos – grita Soledad mientras revolea el suyo de nuevo y se sube a la marcha al galope de “Entre a mi pago sin golpear”. Salta y canta con la energía que sólo los 15 años y la felicidad pueden dar. Corre sobre el escenario y agita su brazo derecho arengando a la gente. “A ver esas palmitas”. La cámara de la televisión empieza a girar alrededor de ella intentando mostrar el momento, al público en éxtasis celebrando una comunión tácita con esa jovencita.
Soledad hace mohines desenfadados que son un bálsamo de frescura y juventud en una plaza llena de gente grande, con pocos adolescentes. El director de cámaras decide mostrar la plaza toda de pie, como pocas veces visto. “Vamos che” grita Soledad, como si estuviera en el patio de su casa de manera deliciosamente inconsciente e irreverente en ese escenario mítico pero que para las nuevas generaciones resulta algo ajeno y hasta quizás un poco vetusto, con olor a naftalina como un abrigo viejo. Un aroma que Soledad está sacudiendo a ponchazos limpios. El flequillo de Soledad se desacomoda entre tantos saltos y un mechón le cruza desde la izquierda sobre el ojo derecho, a ella no parece importarle y termina la canción bien arriba. La gente ovaciona y celebra de manera eufórica. En ese momento la plaza tiene dueña y se llama…
- Se llama Soledad, es de Arequito provincia de Santa Fe – comienza a despedirla Mahárbiz, pero la gente grita y ovaciona de fondo. Soledad mira hacia un costado del escenario con una expresión atribulada, no siendo consciente de que las cámaras la filman. Mahárbiz intenta dar un cierre – esta todas las noches en la peña de César Isella. Yo… yo les digo que para mí es una verdadera sorpresa de lo que he visto en estos últimos tiempos, una verdadera revelación la actuación de esta chiquilina santafesina así que esto a uno…
Mahárbiz se interrumpe levemente y levanta las manos ante los gritos y pedidos del público para intentar calmarlo. El veterano conductor prosigue intentando continuar su programa
- Le alegra porque piensa que los chicos jóvenes siguen cantando también los motivos argentinos no? Y con estas ganas y estas fuerzas… bueno…
La multitud sigue pidiendo por Soledad. Mahárbiz levanta las manos otra vez buscando apaciguar al público – como tenemos co… (se interrumpe) un segundito… como tenemos toda una programación muy extensa y muy larga vamos a darle la posibilidad a Soledad, un momentito, un momentito, un momentito… (levanta la palma arriba intentando frenar al público fervorizado) decía, tenemos previsto toda una programación en la que tienen que intervenir por supuesto los artistas anunciados (Mahárbiz sigue con las manos en alto y levanta el dedo índice izquierdo en señal de “una más”) Soledad va a cantar una canción más, va a cantar una canción más y luego… y luego entonces seguiremos con el programa que ya está establecido (mira hacia un costado y habla a Soledad) te felicito a vos, a tu hermanita y ha sido un gusto escucharte cantar, una agradable sorpresa para todos nosotros, eh? Sos una verdadera revelación (se dirige nuevamente al público) Soledad cantando y despidiéndose por esta noche, adelante!
- Muchísimas gracias. Voy a invitar a Natalia para que me acompañe en este dúo eh así nos despedimos con todo, a ver esas palmitas – anunció Soledad antes de arrancar junto a Natalia la canción “Las moras”. Poncho en mano, volvió a agitarlo en la canción mientras sus jóvenes voces graves se entrelazaban en la melodía de la canción “Este tema se lo quiero dedicar al intendente de la municipalidad por todo lo que está haciendo por nosotras. Muchísimas gracias”. Cuando la canción llegó a su fin el público aplaudió y despidió ovacionando. Soledad, la artista que irrumpió en la grilla fuera de toda programación ha sido consagrada por el cariño del público. “La Revelación: Soledad” cerró Mahárbiz. El ángel de la joven artista había llegado para quedarse. Muy pronto vendrían los millones de discos vendidos, el fenómeno Soledad, los contratos millonarios, los miles de recitales, cientos de premios y una carrera en cine y televisión. Ese 26 de enero hace 25 años así inició la historia de Soledad Pastorutti. La Sole, la de Arequito, la de todos. Una chica de pueblo, la hija del mecánico que cumplió su sueño esa noche de luna llena.
Simplemente hermoso!❤️
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